La formación inicial se compone de Edu D. (elEdu), Hugo P. (Grafo), Hernan G. (PIC), Carli C. (Calito), con la participación especial de
Jorge V. (El Alquimista) y Raúl D. (RD), pero esperamos seamos mas. En este partido como en los partidos de la vida hay alegrias, tristezas, polemicas, amores, desamores, cambios y transformaciones, seria un placer que participes de ellos junto a nosotros..

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miércoles, 11 de enero de 2017

EL PRIMER GOL DE FEDERICO

Hay un texto del Negro Dolina que siempre me marco a fuego. Describe a través de los Hombres Sensibles de Flores, al fútbol como el juego perfecto. Arengaban a respetar a los cracks del fútbol tanto como a los artistas o a los héroes. “En un partido de fútbol caben infinidad de novelescos episodios. Allí reconocemos la fuerza, la velocidad y la destreza del deportista. Pero también el engaño astuto del que amaga una conducta para decidirse por otra. Las sutiles intrigas que preceden al contragolpe. La nobleza y el coraje del que hincha sin renunciar. La lealtad del que socorre a un compañero en dificultades. La traición del que lo abandona. La avaricia de los que no sueltan la pelota. Y en cada jugada, la hidalguía, la soberbia, la inteligencia, la cobardía, la estupidez, la injusticia, la suerte, la burla, la risa o el llanto” Son muchas las dudas que uno tiene al tener un hijo, un hijo varón. El ochenta por ciento de esas dudas para los padres que amamos el futbol, es como jugara ese pibe cuando le toque entrar a una cancha. ¿Sera fuerte, hábil, noble, solidario, avaro, leal, inteligente o bruto? ¿Sera feliz o desdichado cuando juegue? Y la duda más cruel ¿Le gustara el fútbol? Eso es lo que me produce el texto del negro Dolina, la incertidumbre de la vieja frase “se vive como se juega”. La incertidumbre en definitiva de su tu pibe va a tener para su desgracia (eso pensamos los futboleros), los “pies redondos”… Hoy temprano, pensaba como el fútbol se ha convertido en el deporte del mundo. Ni hablar acá, en Argentina dónde es casi un ritual inamovible. Cada vez es más común ver como los clubes, profesores y padres apuntan a sus hijos con la esperanza de que se conviertan en estrellas. ¿Somos los padres el problema de que un pibe con capacidades llegue o no llegue? Eso me preguntaba cuando veía a mi hijo caminando a mi lado, yendo a averiguar qué días de practica tenía la “categoría 2004” en el club del barrio. He conocido muchos padres, en realidad la gran mayoría, que sienten la certeza de que sus hijos son mejores que cualquier otro, no se dan cuenta que como él hay miles. Piensan que su hijo es único, un fuera de serie, una potencia futbolística por descubrir. Y ojo de aquel entrenador que no sepa apreciar la calidad que tiene su hijo, y mucho cuidado con el que se atreva a interrumpir la brillante carrera. Pero cuando me toco hablar con el pibe-jugador, te das cuenta que es un niño y nada más. Con ilusión, con ganas de hacerlo muy bien, con sus cualidades y con sus defectos. Recuerdo de chico, en mis primeros pasos en el fútbol, no sabía qué hacer y cada dos por tres miraba a mi viejo para saber si estaba contento con lo que estaba haciendo. Ningún pibe a la edad de cinco, seis, siete años quiere que su papá quede decepcionado, ni siquiera pensar en defraudarlo. Por estos lares, donde la mayoría de los pibes empieza jugando al fútbol, donde la base de los que juegan es muy amplia, donde el camino final se va estrechando llegando muy pocos, hay obviamente numerosas decepciones. Pocos consiguen “llegar”. Pucha si son pocos los que llegan. Poquísimos… Obviamente quiero que mis hijos disfruten practicando deporte, que se relacionen con nuevos amigos y que vayan adquiriendo nuevas destrezas según pasa el tiempo. Pero en el fútbol es distinto. En el fútbol, muchos, confunden el juego con un deporte competitivo de adultos y volcamos en nuestros pibes todas nuestras frustraciones. Y ahí está la encrucijada en cuanto tu hijo empieza a jugar. Sabemos desde chicos que cuando empezamos a jugar al fútbol, según como jugamos, es una de las consideraciones que tenemos dentro del grupo de amigos. Eso también nos asusta como padres. Si tu hijo juega bien, pocos o ninguno abra que lo moleste, porque la consideración del grupo será alta si es buen jugador. Y será blanco fácil de futuras burlas si es un mal jugador. Ojalá que aquello que decidí, sin pensarlo si quiera un segundo, cuando empezó a dar sus primeros pasos, solo sea un obsequio de lo que uno piensa serán momentos únicos. Nunca le pregunte a mi hijo que deporte quería practicar, simplemente le regale una pelota y una camiseta. Di por sentado que le iba a gustar el fútbol, el mejor juego, el mejor deporte de todos. Con estas preocupaciones y reflexiones iba a ver el primer entrenamiento de mi hijo. Era jueves, y como todos los jueves desde hacía un mes a las seis de la tarde, la categoría 2004 entrenaba en el club del barrio. Federico espera con ansiedad y alegría, poder ir a aprender a jugar al fútbol. Todavía no entiende mucho las reglas del juego, pero disfruta pegándole a la pelota todos los días en el patio de casa. Está empezando a sentir dentro suyo toda la pasión que genera disfrutar del deporte por primera vez en su vida. El profe reparte las pechera verdes y naranjas porque a punto esta de empezar el partido de práctica. En ese momento, su abuelo se hace presente también en el club para verlo jugar. Federico que lo ve a lo lejos sentado junto con su padre, se alegra de su presencia gritándole que lo mire como patea la pelota. Ya van 10 minutos del partido, el padre y abuelo de Federico se distraen en una
charla entre ellos dos, mientras Federico “relojea” si lo miran o no, hasta que sus compañeritos le reclaman airadamente que dejo pasar la pelota dos veces por adelante suyo, por distraído. Luego de un rato de charla, y segundos después de un silencio entre ambos, casi en simultaneo, padre y abuelo de Federico miran hacia la cancha para ver como venía el partido y justo lo ven. De repente recibe una pelota que algún compañero le envía, correr sabía y ahora tenía que hacerlo llevando la pelota delante suyo. La patea para adelante entre tres jugadores de pecheras naranjas y verdes, sigue corriendo y pasa por el costado de otro jugador y cuando el arquerito sale desaforado a su encuentro le pega de puntín. El arquero muy sorprendido ve como se le mete la pelota dentro del arco. La emoción se apodero del chiquito que salió gritando su gol desaforado haciendo una vuelta olímpica a la canchita de “baby fútbol”, mientras sus compañeritos lo seguían por toda la cancha, queriéndolo abrazar, pero al mismo tiempo escuchábamos con su abuelo que le reclamaban algo. Su abuelo y su padre aplaudían y gritaban su nombre emocionados y divertidos por el enorme festejo de Federico, que seguía gritando y corriendo como loco alrededor de la cancha, hasta llegar adonde estaban su padre y su abuelo para decirles: Hice el gol yo… No importaba ni iba a importar, por más que el profe y algunos de sus compañeritos le intentaran explicar mientras lo seguían, que era para el otro arco que él tenía que patear. Nada ni nadie, le iban a quitar la emoción inmensa de su primer gol, por más que fuera en su propio arco. Ahí nomás fije la mirada en mi hijo que, tras jugar su primer partido, sale sonriente a mi encuentro y me pregunta como jugo… Me doy cuenta de que quizá no será Messi, también lo poco que me importa en esos instantes que no lo sea, pero si me importa más que nada, que pueda experimentar lo que el fútbol me dio, en definitiva, para bien y para mal, mayormente lo que aprendí de la vida, me lo enseño el fútbol. Leer más...