La formación inicial se compone de Edu D. (elEdu), Hugo P. (Grafo), Hernan G. (PIC), Carli C. (Calito), con la participación especial de
Jorge V. (El Alquimista) y Raúl D. (RD), pero esperamos seamos mas. En este partido como en los partidos de la vida hay alegrias, tristezas, polemicas, amores, desamores, cambios y transformaciones, seria un placer que participes de ellos junto a nosotros..

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martes, 19 de julio de 2011

Medieval Times - Roberto Fontanarrosa

Hoy 19 de Julio se cumplen 4 años de la partida del Negro Fontanarrosa.
Para los que se animen hay un concurso de cuentos cortos, que incluyan personajes del Negro.
www.cuentosymas.com.ar es la pagina en cuestión.
Los dejamos con un cuento del Negro, Medieval Times, del libro "La Mesa de los Galanes"; y al final, el video del mismo con una actuación impresionante del Puma Goity.


MEDIEVAL TIMES

No, dejame explicarte. No porque me haya ido a los Estados Unidos quiere decir que ande derecho. Quiero aclarártelo bien porque vos bien sabés que yo nunca cagué a nadie. Ahora, si vos me das quince minutos te explico bien qué fue lo que me pasó porque te juro que si alguien te lo cuenta no se lo podés creer. Solamente a mí me pasan este tipo de cosas, será porque soy un pelotudo o porque soy de esa clase de tipos que no se la bancan ¿me entendés? Hay otra gente que se queda más en el molde y se aguanta lo que le tiren pero yo en ese aspecto, no sé si para bien o para mal, siempre fui medio retobado, ¿me explico? Pero lo que quiero es dejar la cosa bien clarita con vos como para que entiendas como viene la mano y que no estoy tratando, de ninguna manera, de pasarte. Es verdad que yo me fui a los Estados Unidos, es verdad. Yo te admito que habíamos quedado en vernos el 14 de febrero y yo me piré y no te avisé absolutamente nada. Pero no te avisé porque no tuve tiempo y vos sabés como es el Pancho. Dijo "vamos, vamos" y a mí me pareció interesante la mano y agarré viaje. En parte también para ver si se enderezaba la cosa y empezaba a verle las patas a la sota de una buena vez por todas. Porque yo fui a laburar a los Estados Unidos, Horacio, fui a poner la giba, no me fui de joda como es posible que te hayan batido por ahí.
El Pancho y Rulo (porque el Rulo también fue) hace como cuatro años que hacen este tipo de viajes a Miami a comprar pilchas para las vaquerías y han hecho su buena diferencia. Y vos lo sabés bien, Horacio, a mí se me estaba cayendo el negocio, especialmente después del quilombo con la negra. Entonces agarré, junté los pocos pesos que tenía, y me fuí con Pancho y el Rulo, no solo para ver el asunto de los vaqueros (porque el mercado del jean ya esta un poco emputecido) sino también lo de los muñecos de peluche, que allá están a un precio que es joda, verdadera joda, y son unos muñecos con una confección de la puta madre y que acá los fabricantes no pueden competir en precios ni que se caguen. Porque allá los yankis, vos viste como son estos hijos de puta, ahora han encontrado el yeite de hacer laburar a los amarillos. Vos agarrás las pilchas, los artefactos, los juguetes y son todos de Taiwán, Corea, Singapur, de todos esos lugares donde al obrero lo tienen bajo un régimen de explotación esclavista y lo hacen laburar día y noche por una taza de arroz. Porque los hacen laburar por una taza de arroz a esos tipos. Eso, cuando no hacen laburar a los que están en la cárcel, te juro, para mantenerlos ocupados, y no les pagan un carajo. ¡Los famosos Tigres del Pacífico! Se los han recogido bien recogidos a los tigres del Pacífico. Estos yankis si no te cagan militarmente te cagan con el comercio. La cuestión es que me interesaban también los ositos de peluche porque si la cosa sigue así con la vaquería yo no me hago mucho drama y largo a la mierda. A otra cosa. Pongo un salón de ventas, lo lleno de pelotudeces y a otra cosa mariposa. Traje de esos bichos de felpa, una belleza te juro ¿Qué edad tiene tu pibe? No, tu pibe ya está grande pero te digo que a los pendejos les vuelan el bocho esos muñecos. Hasta pescados de peluche te hacen los hijos de puta. Vos nunca te hubieras imaginado un pescado peludo pero los guachos lo hacen y no quedan nada mal, mirá lo que te digo. Me fuí Horacio, entonces ¿qué iba a hacer? Vos no sabés el quilombo que yo tenía aquí, pero me fuí. Bah, vos sí lo sabías. Así que no tenía otra. No tenía otra. Muy bien, llegamos a Miami y ahí empezamos a entrevistarnos con distintos tipos. Bien los tipos, bien. Cubanos casi todos. Una suerte, te digo, porque el Pancho y el Rulo no hablan un sorete de inglés. Que yo antes me preguntaba ¿cómo hacen estos monos para entenderse en una charla de negocios si no saben un joraca de inglés? Pero, bueno, allá son todos cubanos y la cosa se hace más fácil. Más fácil es un decir. Rápidos los cubanos. El más boludo se coge un avestruz al trote. No te creas que han hecho la guita por infelices. Me decían que el poderío actual de todo Miami es gracias a estos cubanos, cosa que yo no podía creer, gusanos de mierda, que se rajaron todos huyendo de la revolución y llegaron con el culo a cuatro manos hasta Miami, sin un puto mango. Porque yo pregunté si habían llegado con guita y me dijeron que no. Que Fidel no les dió tiempo ni para llevarse un calzoncillo, mirá lo que te digo. Y sin embargo los ñatos, los que habían sido multimillonarios en Cuba a los 20 años, veinte años después ya habían recuperado esa fortuna en Miami. Mirá vos los tipos. Unas luces los cubanos. Charlamos un poco con ellos a pesar del asco que me daban esos gusanos, y se nos quedó colgada una entrevista con un pesado de las pilcherías, un tal Ajubel, me acuerdo, para tres días después. Teníamos tres días al pedo entonces. Y va el Pancho, que tiene un petardo en el culo vos lo conocés: no hay Dios que lo haga quedar más de dos minutos en un mismo lugar y se le ocurre ir a Disneylandia. ¡A Disneylandia, fijate vos! Que no había ido nunca, que para qué mierda nos íbamos a quedar en Miami y todo eso, empezó a romper las pelotas. Y el Rulo se anotó. También con lo mismo. Yo no quería ir ni en pedo. Y te lo digo porque sin duda ya habrá habido alguno que te haya venido con el cuento de que yo me piré a Disneylandia en onda bacán y todo ese verso. Yo fuí porque aquellos dos se encajetaron con eso y si no yo me iba a tener que quedar como un pelotudo en Miami, solito mi alma, mirando los canales para latinos. ¡Yo me quería ir para Las Vegas, querido! De haber tenido guita y tiempo, yo me hubiera ido para Las Vegas ¡Qué te parece! Ninguna duda. Me dijeron que estaba en pedo, que Las Vegas estaba en la loma del orto, que el avión, que el tiempo, que las pelotas de Mahoma, en fin... Nos fuimos a Orlando. El Pancho alquiló un auto, porque le encanta manejar, y nos fuimos para Disneylandia. Te juro, no sé si no era mas lejos que Las Vegas. Es lejísimo eso. Yo escuchaba siempre hablar de Disneylandia, de Miami, de la península de Florida, y me creía que estaba ahí nomás. Como si vos cazás el auto acá en Rosario y te vas hasta Roldán, o a San Lorenzo, una cosa así. Santa Fe , por decirte mucho. Los otros dos boludos encantados. Que la ruta, que el coche, que la señalización, que las hamburguesas... Te la hago corta. Llegamos a Orlando, nos metimos en un hotel cerca de los parques (porque son como parques eso), y nos fuimos el primer día a Disneylandia... A las cuatro horas de caminar, te juro, yo ya tenía las pelotas por el suelo. Lo llegaba a encontrar a Mickey y lo cagaba a trompadas, te lo juro. Gente grande, jugando a esas cosas, haciendo colas para ver la Cueva de los Piratas. Pelotudos grandotes en pantaloncito corto, tomando helados. Arabes, iraníes, con una cara de turcos que asustaba, musulmanes, mi viejo, fundamentalistas que vos pensabas que estarían ahí para ponerle una bomba a la Mansión de los Fantasmas, comiendo pororó y esperando como corderos para meterse en esas lanchitas donde te ataca el tiburón. Una cosa de locos, demencial, te lo juro. Una cagada. Tenía razón el mejicano que manejaba la combi que nos llevó hasta Magic Kingdom, --ellos le llaman Magic Kingdom a Disneylandia-- y te llevan desde el hotel en una combi. El mejicano, Luis se llamaba, un facho hijo de mil putas, nos decía, "Son retardados los yankis, retrasados mentales. Les gustan todas estas cosas, se enloquecen con estos juegos. Retardados mentales, señor" nos decía. Aunque él, te digo, yo no sé si se las quería tirar del reivindicador de Latinoamérica, del gran revolucionario, de Emiliano Zapata o qué. Por ahí como nos veía argentinos y sabía que nosotros siempre hemos pensado que a los mejicanos los yankis se los han vivido recogiendo (como cuando le chorrearon Texas) se las quería tirar de vengador de los pobres, de algo así. "Yo tuve como cuarenta de estos yankis a mi cargo, señor" nos decía , porque había laburado en una empresa de transportes. "Y los trataba mal, mal los trataba. No; son retardados. Imbéciles, drogadictos". Pero bien que el hijo de puta no solo vivía en los Estados Unidos, sino que se había comprado una casa para cuando se jubilara ("el retiro" le decía él) y se la había comprado ahí , en la costa de Florida, nos contaba. Mejicano piojoso. Los otros le mataban el hambre y éste se la tiraba de revolucionario. Y en esa combi que viajamos a Disney fue con nosotros también una venezolana, que justo se sienta al lado mío. Te digo que la venezolana era un cuatro, a lo sumo un cinco. Del uno al diez era un cinco, digamos, siendo generosos. Te juro que acá esa mina no me tocaba el culo ni con un palo, pero allá, ¿viste? la soledad te lleva a hacerte un poco el pelotudo. La venezolana, Leonor creo que se llamaba, andaba sola y como nosotros, también le habían quedado un par de días sandwich por negocios. Justo vuelve en la misma combi con nosotros y ahí retomamos el chamuye. Y al día siguiente, a la mañana, la volvemos a encontrar para el desayuno. Una casualidad de aquellas, porque son unos hoteles de la gran puta que siempre están llenos de gente. Pero la encuentro. Pancho y el Rulo de nuevo para Magic Kingdom, mejor dicho para Epcot, que me decían que era más interesante, más para intelectuales, me cargaban. Yo los mandé a la concha de su madre, les dije que se fueran solos, que a mí no me agarraban más. Aparte tenía los pies que eran dos albóndigas de tanto patear el día anterior en Disneylandia. Me quedé en el telo pero arreglé con la venezolana de salir juntos a cenar esa noche. Te repito que la venzolana no me movía un pelo pero, en parte, también quería un poco refregársela por la jeta a los otros dos boludos que andaban babosos con "Regreso al Futuro", "La Montaña Espacial" y me venían a hablar maravillas de la tecnología y del Primer Mundo. Que si eso es el Primer Mundo mejor que nos cortemos las bolas y se las tiremos a los chanchos. Un poco decirles, "Loco, ustedes sigan sacándose fotos con Minnie y el Perro Pluto que yo me voy de conga con una mina. En una de esas hasta me echo un fierro y que después me la vengan a contar de la Montaña Rusa" Porque vos sabés bien, Horacio (y en eso somos todos parecidos) que yo puedo decirte que la venezolana no me movía un pelo, pero que si la mina me daba bola (y me daba bola) a eso de las doce de la noche (porque allá es todo más temprano) con un par de cervezas de más yo soy capaz de voltearme a esa venezolana y si me quedo más de tres días hasta en una de esas me lo pincho al mejicano hijo de mil putas y todo, vos lo sabés. La encuentro a la venezolana a la noche y me dice, muy animada, que incluso ya me había preparado un programa. Que íbamos a ir a Medieval Times, que ya había reservado mesa, contratado el transporte y que ella me invitaba. Ahí me dí cuenta que me quería bajar la caña, pero me hice bien el boludo. Un duro, ¿viste? Tipo Clint Eastwood. Le pregunté, como te preguntarías vos, como se preguntaría cualquiera, qué era eso de Medieval Times. Me dijo que era un restaurante que, mientras vos morfás, hay un espectáculo medieval, de esos con caballeros, que hacen duelos con lanzas. ¿Te acordás Horacio de aquella película "Ivanhoe", que hacían esas justas medievales, a caballo, con escudos y lanzas, que el que lo tiraba al otro a la mierda del caballo ganaba?. Bueno, de eso, me dice. "Cagamos" pensé. Yo que imaginaba, no te digo en un Mc Donald, pero una cosita modesta, algún boliche italiano que los hay, donde comer alguna pasta. Incluso una pizza, un vaso de vino. Yo hacía cuatro días que estaba en Miami y ya extrañaba la comida. Mirá que boludo. Parece mentira pero es así. Y esta mina me salía con eso. Comer mientras se ve un espectáculo de caballeros con armadura, que se cagan a espadazos. Te juro que estuve a punto de decirle que no, que no iba, que se metiera en el orto las invitaciones y las reservas. Pero estaba al pedo, tenía hambre y ya me había quedado desenganchado de los muchachos. Ellos no iban a llegar al hotel hasta tarde y además iban a venir destrozados, como yo volví el día anterior, después de caminar más de ocho horas como unos pelotudos por todo Epcot. Ir solo a comer no me convenía porque con un solo año de inglés en la Cultural (cuando yo tenía siete) no me alcanzaba ni para pedir la sal en un boliche. Y allí en Orlando no es como en Miami que todo el mundo la parla en castellano. Allá la cagaste, hermano. Algo de inglés tenés que manejar y esta venezolana me había dicho que ella lo hablaba perfectamente porque había trabajado en Maracaibo en una compañía petrolera de los yankis. Sabes que los yankis se han cogido bien recogidos a los venezolanos, entre otros muchos, con el verso de la privatización del petróleo y todo eso. Así que me fui con la mina. Por supuesto, de nuevo el chofer de la combie era el gordo Luis. Y otra vez con lo mismo. Ya no conmigo, sino con una pareja de españoles que iban con nosotros. "Retrasados mentales, señor, idiotas, ladrones también" y decía, refiriéndose a eso del Medieval Times: "Está bien, sí, muy bonito" con un tono ¿cómo te diría? despectivo, "Como para venir una sola vez, por supuesto. Usted lo ve una vez y ya está bien, señor". Medio medio ya como tratándonos como infradotados por ir a ver ese espectáculo. Como diciendo: "¡Gente grande viniendo a ver estas pelotudeces!". Te juro que me dió bronca, ya me hinchó las bolas el mejicano. Tanto, te juro, que me predispuso bien con el espectaculo. ¿Viste?. De contrera nomás. Yo soy así, por eso me pasan las cosas que me pasan. Dije: "Este mejicano esta hablando al pedo. No hay verga que le venga bien" Y entré contento al boliche, entré bien, de buen ánimo... ¡Para qué! Dios querido... ¡Para qué! Tenía razón el hombre. Primero te cuento que es un lugar inmenso, que quiere imitar a un castillo, por la parte de afuera. Entrás por arriba de un puente levadizo y te metés a una especie de sala de espera, enorme, muy grande. Adentro, para mí que quería una cena íntima, ya había como mil personas. Pero no te lo digo en un sentido figurado. Había como mil personas, no menos. Pero antes, antes de entrar (cuando te piden la reserva, las entradas y esas cosas) ahí una minita vestida de la Edad Media, te entrega un corona. Una corona berreta de esas de cartón que se usan para los cumpleaños de los pendejos, ¿viste? De algún color. Verde, o azul, o rojo. A nosotros nos tocó una a cuadritos blanca y negra. Y nos indicaron que nos las pusiéramos. Ahí yo ya agarré para la mierda. ¿Viste cuando uno empieza a sentir como una calentura que se sube desde el estómago hacia la cabeza? Una cosa así empecé a sentir yo. La venezolana se puso la corona lo más campante y me pidió que yo hiciera lo mismo. Y yo no le dí ni cinco de pelota. Hasta ese momento trataba de ser más o menos cordial, trataba de no darme máquina porque yo me conozco. Además, no quería dejarla para la mierda a esta pobre mina (que era buenita te cuento) porque ella me había invitado y hacía todo con la mejor buena voluntad. Lo que pasa es que los venezolanos son unos colonizados y yo no sé porqué, pero les caben todas esas payasadas que hacen los yankis. Pero te juro que eso era una reverenda payasada. Eso de que te reciban en un boliche y te den una coronita de cartón pintado para que te la pongas. Y no era la Cantina del Lolo, que uno va con globos a bailar la tarantela. No. Eso pretendía ser un lugar bacán, un boliche de primera. Agarré la corona y me la metí debajo del brazo, por no desentonar y tirarla ahí mismo al carajo. Después la máxima: antes de pasar a la sala te recibe un tipo vestido de rey ¡de rey, mi viejo! Con capa, corona dorada, barba, espada, y tenés que sacarte una foto con él. Bah, te ofrecen sacarte una foto con él, casi que te obligan, porque si no no pasás. Segunda payasada de la noche. No solo te tenés que poner una corona como un pelotudo sino que tenés que sacarte una foto con esa corona y con un tipo disfrazado de monarca, cosa de que quede un testimonio gráfico para las generaciones futuras y que después los muchachos del barrio se caguen de risa del pelotudo que viajó a Miami. Para colmo, yo no tuve reacción para mandarlo al monarca a la concha de su madre. Me quedé como un pelotudo al lado de él y me escracharon en la foto. Porque es todo tán rápido, chas, chas y a la lona. Y eso, el no haber podido reaccionar, me dió más bronca todavía. Por suerte, no salí con la coronita puesta (al menos defendí ese pedacito de mi honor) salí con la corona debajo del brazo, como corresponde a alguien que no le da pelota a esas cosas. Arriba la venezolana, después ya en el salón, me cargaba. Me decía que había salido muy lindo y que le podría llevar esa foto a mis chicos. Me quería sacar la información la minita, muy bicha, sobre si yo estaba casado y esas cosas, pero yo tenía tal moto encima que ni siquiera le prestaba atención a la mina.
En la sala de espera, Horacio, te juro, toda la gente, las casi mil personas, con la coronita puesta. A los yankis les decís que se pongan un sorete en la cabeza y se lo ponen. Tipos grandes, viejos, gordos pelados, viejas chotas de lo más elegantes, con la coronita puesta. Y entonces, vino lo máximo. Lo que ya me sacó definitivamente de mis casillas y me dió bien por el forro de las pelotas. La minita que nos había recibido en la puerta del castillo le habla a la venezolana y le indica una cosa, que después la venezolana me transmite. A nosotros nos había tocado la corona blanca y negra y entonces teníamos que hinchar por el caballero Blanco y Negro. ¡Pero mirá vos, si serán pelotudos estos yankis!. ¡Mirá si se cagarán en la libre determinación de los pueblos! ¡No solo te obligan a ponerte una coronita ridícula sino que, además, te indicaban para quien tenías que hinchar en la pelea a espadazos! ¡Es algo inconcebible! ¡Tenías coronita blanca y negra y tenías que alentar al caballero Blanco y Negro! Es como si acá vos, por ejemplo, vas a un cuadrangular de fútbol-sala y no sos hincha de ninguno de los cuatro equipos. Bueno, muy bien, a los cinco minutos de verlos jugar, si se te cantan las pelotas, ya podés elegir a alguno de los equipos. Porque te gusta cómo la pisan, porque juega un tipo que es amigo tuyo, por el color de la camiseta, porque van perdiendo y te resultan simpáticos o por lo que puta fuere, querido, por lo que puta fuere. Pero decidís vos, elegís vos, vos solito. Te juro que yo, a esa altura, ya tenía un veneno, pero un veneno, que no le daba ni cinco de bola a la venezolana que creo que se estaba dando cuenta de que esa noche no me cogía. Aunque te cuento que yo, hasta ese momento, tragaba y tragaba. No te digo que sonreía pero trataba de no agarrar para la mierda y empezar a putearlos a todos en voz alta. Para colmo aparece el payaso del rey ése, el barbudo, y anuncia que nos preparáramos para pasar al lugar del espectáculo. En inglés, por supuesto, pero la venezolana me iba traduciendo. Que primero iban a pasar los de corona verde, después los de corona roja, y así hasta pasar todos. Y yo pensaba "¿Pero qué es esto? ¿El colegio? ¿Porqué no nos hacen formar fila y agarrarnos de las manos también?" ¡Y los yankis lo más contentos! ¡Todos iban pasando de acuerdo al color de las coronitas, saltando, cagándose de risa! ¡Como corderos, mi viejo! ¡Después te vienen con la exaltación del individualismo y todos esos versos! ¡Con John Wayne saludando solo desde el horizonte o Bruce Willis haciendo la suya a pesar de que el jefe de policía le ordena lo contrario! ¡Te juro que Bruce Willis va a Medieval Times y se pone la coronita colorada y grita para el caballero Colorado como cualquiera de esos otros pelotudos! ¡Si así los han llevado a Vietnam, a Corea, a la Segunda Guerra, querido! ¡Como corderos! Les dicen te damos una gorra y una escopeta y ellos felices, dale que va... ¡Huy cómo estaba yo, mi viejo! Envenenado estaba, te juro, envenenado. Entramos (cuando nos toco el turno) al salón del show, del espectáculo y donde presumiblemente teníamos que morfar. Mirá, es una especie de tinglado, largo, rectangular, enorme (no sé cuanto tendrá de largo) como si te dijera una cuadra por cuarenta metros de ancho. A lo largo, a los dos costados, las tribunas para la gente, que está dividida por sectores. Acá los rojos, acá los verdes, acá los azules, cosa de que no se mezclen las parcialidades. Porque si llegan a hacer lo mismo en la Argentina, al primer vino que nos tomamos ya estamos todos cagándonos a trompadas. Y son como graderías, donde vos estás sentado en una tribuna y adelante tenés una especie de mostradorcito, también todo a lo largo, como un pupitre continuo te diría, adonde te podes apoyar y adonde además te ponen las cosas para comer. Y todo bastante apretadito, pegado al lado tuyo nomás tenes la otra persona, el ñato que sigue. En una de las cabeceras, alto, hay una especie de palco, que es donde va el tipo disfrazado de rey, el barbudo que, además, es el que dirige la batuta y no para de hablar en toda la noche. Y por la otra cabecera entran los caballeros. Entre tribuna y tribuna, por supuesto, el piso, la pista, no sé cómo decirle, para los caballos. Que tiene una especie de arena, como en los circos. Y las luces, las banderas, esas trompetas que anuncian cuando llega el rey, o la reina. O cuando salen los tipos que se van a cagar a lanzazos, todo eso. Yo me dije "Bueno Carlitos, pará la mano, relajate y disfrutá. Tratá de pasarla lo mejor posible y bajate de la moto." Porque por ahí, en una de esas, hasta me garchaba a la venezolana y todo. Ya se habia puesto medio cariñosona ¿viste? y se aprovechaba que había que estar bastante apretaditos para franelearme un poco. Me daba en la boca unos pedazos de apio, de pepino, no sé qué mierda era lo que nos habían puesto en unos platitos, como entrada fría. Todo medio rústico (porque se come con la mano ahí) como en las películas, eso no te lo había contado. Una copa grisácea de plástico o no sé de qué carajo era, que pretendía ser de bronce. Un copón, como para el Principe Valiente. Aparte, un vaso de vidrio y el palito con los pepinos. Para mejor, en mi intento por aflojarme y ser feliz, cuando empiezan a servir (pasaba un flaco disfrazado de paje o cosa así) me llenan un vaso de sangría. ¡Sangría, loco! ¡Como en Sportivo Constitución! Yo no se si estará de moda o en la Corte del Rey Arturo se tomaría, lo cierto es que nos llenan los vasos con sangría. Y ahí le empecé a dar parejo a la sangría. Meta sangría. Cada vez que me pasaba por delante el paje ése, yo lo cazaba de esa especie de bombachudito que ellos usan y le pedía otro vaso. Al final ya medio me miraba fulero pero me daba, me daba. Porque si hay algo envidiable en esos tipos es esa buena onda con que trabajan. Al parecer siempre contentos, siempre cagándose de risa. Yo pensaba "Claro... ¡cómo no van a progresar estos quías con semejante contracción para el laburo y semejante estado de ánimo! No son como los japoneses que laburan porque son enfermos del bocho y si paran de laburar se agarran una depre terrible y se tiran debajo de un Tren Bala. A estos les gusta". Hasta que la venezolana me lo aclaró. Los pibes laburan por la propina. Por eso tienen tan buena onda, o fingen tener tan buena onda. Y allá el patron te quiere rajar y te dice te tomas el piro y minga de preaviso de despido, o de indemnización o cualquiera de esas cosas. Te pegan una patada en medio del orto y anda a reclamarle una mensualidad al Seguro de Desempleo. Para colmo, te cuento, para colmo, al poco rato de dejar las sangrías pasa de nuevo el rubio, esta vez con cerveza, y me la sirve en una jarrita grande, también símil peltre o cosa así. Y ya mezclé la bebida, ya mezclé la bebida. Yo, que sé que me hace mal. Porque si yo largo con champú, puedo seguirla con champú toda la noche que vos ni lo notás. Pero si por ahí lo mezclo con algún whisky o algún gin-tonic, ahi viene la cagada, eso me ha pasado.
Y te cuento que estos ñatos no te servían sangría y además cerveza de generosos nomás. ¡Te lo sirven así porque no saben chupar, hermano! Ellos mezclan, mezclan cualquier cosa ¿O acaso no toman cerveza con tequila? ¡Toman cerveza con tequila! A mí me contaron que hacen así. Y creen que tomando vino son mas refinados. Vos viste que en las películas los que aparecen tomando vino son los intelectuales y resulta que tienen unos vinos de mierda que no se pueden probar. Se la pasan hablando de los vinos californianos y me decía Pancho que te tomás un vaso de vino y andás con cagadera como cuatro días con ese vino. La cosa es que te cuento que la cerveza y la sangría me cayeron para la mierda y no me relajaron un sorete. Para colmo de arranque los tipos largan con una sopa. De arranque ¿viste? ¡Una sopa, podés creer? Mirame a mí, muchacho grande, tomando una sopa en la Corte del Rey Arturo. Se la ofrecí a la venezolana que, te aseguro, chupaba y morfaba lo que le ponía adelante. Han sido países muy hambreados ¿viste? Y aunque se notaba que la venezolana andaba bien de guita también era claro que la gente de esas nacionalidades sojuzgadas cuando les dan de comer, aprovechan, no tiran nada, porque no saben si el día de mañana van a tener para lastrar. Aunque la venezolana ya estaba en otra. Habían entrado los caballeros, digamos, había empezado el espectáculo y la gente se habí¡a vuelto completamente loca. ¡Pero completamente loca, te juro Horacio! A los que les habían dicho que gritaran para el Caballero Verde, gritaban para el Caballero Verde. A los que les habían dicho que gritaran para el Caballero Rojo, gritaban para el Caballero Rojo. ¡Y todo así! ¡Como corderos, hermano! ¡Te llevaban como ciego estos imperialistas guachos! Y la venezolana estaba como desorbitada. Gritaba y aplaudía al Caballero Blanco y Negro que se había parado delante nuestro a saludar a su hinchada, porque cada uno se paraba delante de su hinchada para saludarla. Me acuerdo que yo le digo (yo estaba muy mal, te juro) le digo: "Pero vos sos una reventada hija de mil putas!". Decí que la mina no me escuchó con el griterío y todo eso, no me escuchó. Pero entonces yo decidí gritar por el Amarillo. A la mierda. De contrera, nomás. Por el Amarillo. Parado en medio de la tribuna de los del Blanco y Negro, empecé a los gritos: "¡Vamos Amarillo, todavía! ¡Vamos Amarillo, carajo!". Los que estaban alrededor mío medio que me miraban raro. Incluso los de las otras hinchadas. Si te digo que hasta detrás nuestro había un grupo de pendejas brasileñas de no más de catorce, quince años, que hacían un quilombo de novela, que me empezaron a abuchear. ¡Como a un traidor me abucheaban! ¡Si hasta el Amarillo se dió cuenta del despelote y miró para mi lado y yo lo saludé con un puño en alto! ¡Tenía una pinta de grone del Saladillo el pobre santo que más ganas me dieron de hinchar por él! Debía ser algún chicano, alguno de esos portoriqueños o algún mejicanito de ésos que se cuelan en los Estados Unidos escondidos adentro de un mionca o cruzando un río. Vendría de alguna hacienda de por ahí en Guadalajara y por eso sabría andar a caballo y el pobre cristo había ido a parar a esa payasada y tenía que seguir con el circo para ganarse un mango. Me imagino la vergüenza de escribir una carta a tu vieja diciendo "Conseguí laburo en los Estados Unidos" y mandar una foto donde estás vos disfrazado de dama antigua con esa lanza, el escudo, la espadita de juguete. Porque están empilchados perfectamente de época los desgraciados. Así como vos los ves en las películas ésas de los castillos. Y los caballos también, te aseguro. Te juro que cuando las brasucas ésas, las pendejas brasileñas me empezaron a abuchear, me paré, me dí vuelta y las mandé a la concha de su madre. Me hervía la sangre, te juro, y para colmo la mezcla de bebidas ya me había puesto muy alterado. Se ve que ahora están de moda esos viajes de pendejas de quince años, que en lugar de festejar el cumpleaños con una fiesta las mandan a Disneylandia. Y saltaban, gritaban, cantaban esas cosas de Xuxa, y estaban todas recalientes con el caballero Blanco y Negro que había venido a saludar a su parcialidad y que tenía una pinta de trolo el hijo de puta, vos no sabés la pinta de trolo que tenía ese muchacho. Pero claro, con esas pilchas, con el pelito largo, el caballo, todo eso, las pendejas estaban recalientes y chillaban como si lo vieran a Michael Jackson. Si a esas brasucas las mandan los viejos a los Estados Unidos a ver si algún negro se las recoge de una buena vez por todas y las desvirgan, para eso las mandan. Y yo me ponía más loco. Dejáme de joder, un pueblo creativo como el brasileño, con ése condimento africano, alentando a un vago nada más porque a la entrada les dijeron que tenían que alentarlo. ¿Pero porqué no se van a la reputa madre que los reparió? Por algo les va como les va, por algo son casi todos analfabetos esos guampudos, que no saben ni leer.
Decí que en eso trajeron pollo para comer y yo me puse a comer pollo. Pero la joda es que no te traían un pedazo de pollo, un cuarto de pollo, no era que el paje ése, el rubio de bombachudo, te preguntaba "¿La pata o la pechuga?" No. El rubio venía con una bandeja así de grande y le iba dejando un pollo a cada uno. Un pollito no muy grande, así sería, enterito, al horno y con una salsa de esas que ellos le ponen a todo, medio dulzona. Porque te aseguro que ellos se creen que comen muy bien y no saben comer un carajo. A todo le meten el ketchup y esas porquerías. La savora, la salsa de tomate. Y con la mano, mi viejo, como los reyes. Yo le entré a dar al pollo por dos razones. Primero, que estaba buenísimo, hay que reconocerlo; y segundo, que me dí cuenta que tenía que comer algo porque había venido chupando groso y con el estomago vacío. Y eso es mortal. Me había levantado una curda en cinco minutos porque no había comido nada hasta ese momento. Y esa es otra maniobra de estos yankis hijos de puta. Te ponen en pedo para quebrarte la voluntad. Uno, borracho, hace lo que el otro quiere. Y estos yankis lo aprendieron de los españoles, esos otros hijos de puta. ¿O no lo aprendieron de los españoles? ¿O los españoles no los cagaron a los indios con el alcohol? Los cagaron con el alcohol mi querido. ¿O acaso la península de Florida no estuvo llena de españoles? Y te garanto que, conmigo, lo consiguieron. Porque yo me comí el pollo, que estaba buenísimo, y también un par de costillitas de cerdo que tambien te traían, y una papa al horno, y no se me pasó la mamúa. Te aseguro que hay partes que no te cuento porque no me acuerdo un carajo. Es toda una nebulosa que no me acuerdo y eso fue uno de los argumentos (después te voy a completar bien el asunto) de donde se agarró la abogada, aunque eso es algo que te voy a ir ampliando al final. Lo que sí te juro es que quedé con grasa hasta las pelotas con ese fato de comer con la mano. Porque además, ya habían empezado las peleas eliminatorias entre los caballeros. Te explico: primero los tipos éstos hacen una especie de ejercitación de destreza, digamos. Sacan con la lanza una argolla parecida a la sortija, clavan unas lanzas mas cortitas en unos blancos de paja. En fin... te diría que esta es la parte más honesta de la cosa porque ahí no hay arreglo, ahí es simplemente una demostración de habilidad ecuestre. Pero en las peleas es un completo circo, un arreglo donde deben decir "Bueno, hoy ganás vos y mañana gana este otro". Así de simple, como en "Titanes en el Ring". Cosa de que no gane siempre el mismo y el tipo se sienta Gardel y ya pretenda el día de mañana irse a las olimpíadas de las Justas Medievales. O se les descuelgue a los tipos con que quiere más guita porque él es el Rey de la Milonga. La cosa es que habían empezado a eliminarse entre ellos y la gente deliraba. Hacían duelos de uno contra uno, de aquellos de Ivanhoe. Con las lanzas largas, uno a cada lado de una especie de valla bajita, se venían y se pegaban en los escudos. El que caía quedaba eliminado. ¡Y el mío venía prendido, che! Y yo que había seguido con la sangría, estaba cada vez más dado vuelta, te reconozco. Me limpiaba las manos con grasa en la espalda de la venezolana, por ejemplo. No por hijo de puta. De los nervios, nomás. ¿Viste cuando vos ves que estás perdiendo el control, que hay algo que te sube y te sube desde el estómago por la garganta y no lo podés contener? Para colmo las brasileñas me gritaban de todo porque el Blanco y Negro también venía clasificándose para la final. ¡Cómo estaría yo de acelerado, de desorbitado, fuera de mí mismo, que el Caballero Amarillo cuando ganó la penúltima pelea, primero saludó a su público y después se vino enfrente mío y me saludó con una inclinación de la lanza! Hasta el Rey, el pelotudo ese que no paraba de hablar, me miró desde su palco como cabrero. ¡Y para qué te cuento que la final fué entre el Caballero Amarillo y el Blanco y Negro! Ahí me volví loco. Me paré en mi asiento, me dí vuelta hacia las brasucas, saqué guita que tenía en el bolsillo y la estrellé contra el respaldo de nuestra fila. "¡Hay guita a mano del Amarillo!" grité "¡Hay guita a mano del Amarillo, la concha de su madre!". Y arrugaron, las brasileñas arrugaron --vos bien sabés que los brasucas arrugan de visitantes-- pero empezaron a cantar no sé qué cosa. Me miraban y me señalaban, se reían las pendejas, muy ladillas, saltaban en sus asientos. Empezó el duelo final y yo, te lo digo con una mano en el corazón, estaba más nervioso que con Central. Para colmo, tenía la intuición de que al Caballero Amarillo no le tocaba ganar esa noche, pero que se había agrandado fundamentalmente por el apoyo mío. Había encontrado un pelotudo que lo alentaba contra viento y marea, metido entre medio de la hinchada de los contrarios, pateándole el tablero a todos esos yankis mariconazos y había dicho "Yo a este tipo no puedo fallarle". El morocho se había envalentonado, cansado de que lo basurearan los otros por ser hispanoparlante y había dicho "Esta noche gano yo y se van todos a la puta madre que los reparió" ¡Y se vienen, che, y el Amarillo lo sienta al otro de culo de un lanzazo! ¡A la mierda con el rubiecito trolo, el Blanco y Negro! No sé, no me acuerdo muy bien qué fue lo que hice. Me paré en el asiento, creo que le grité algo al rey y me agarraba de las bolas, le hice así con los dedos como que me los cogía a todos. Despues me dí vuelta hacia las brasileñas y también me agarraba los huevos y se los mostraba. Ni sé donde carajo había ido a parar la venezolana, por ejemplo. Creo que le pegué un empujón cuando el Blanco y Negro rodó por el piso y la tiré como cuatro escalones más abajo. Estaba loco, loco. Tan loco estaba puteándolas a las brasuquitas que no me dí cuenta de que el Blanco y Negro se había parado, había sacado su espada y se le venía al humo al Amarillo. ¡La pelea no había terminado! Me apiolé recién cuando ví que las brasuquitas ya no me puteaban sino que saltaban y alentaban de nuevo mirando la pista de las peleas. Y el Blanco y Negro lo cagó al Amarillo. Simularon pelearse a espadas y con esas bolas de pinchos (porque fue una simulación asquerosa) y el negro puto ese del mejicano se tiró al piso como quien se tira a la pileta, se dejó ganar el hijo de puta. La dignidad azteca en la que yo había confiado no le alcanzó para tanto. Habrá pensado, el piojoso, que era mejor asegurarse un plato de frijoles que ganar esa noche para darle el gusto a un argentino totalmente en pedo. Entonces el Caballero Blanco y Negro se vino hacia nosotros, hacia nuestro sector, caminando nomás, y saludó con la espada hacia su tribuna, especialmente hacia el grupito de brasileñas que chillaban histéricas. Ahí fue donde yo cacé el vaso, yo cacé el vaso de vidrio, el alto, el de la sangría Horacio, yo cacé el vaso y, mirá (el Caballero Blanco y Negro estaría como de acá a allá) y le zumbé con el vaso. Acá se lo puse, exactamente acá, en medio de la trucha, en el entrecejo. Cayó redondo el hijo de puta. No dijo ni "Ay". Le salía sangre hasta de las orejas. Acá se la puse. Lo que vino después, bueno, vos te lo imaginarás. Vos sabés como son estos yankis con la cuestión de los juicios. Hay una industria del juicio allá. Vos venís a mi casa a comer una noche, te atragantás con una miga de pan y me metés un juicio, así nomás, derecho viejo. No sabés el tiempo que estuve detenido. Después pude salir por eso que te decía de la abogada que adujo "Descontrol psíquico bajo estado de emoción violenta". Pero la cosa continúa, Horacio. A través de la Embajada. Si tengo que ponerme, son arriba de 27.000 dolares, hermano, no es moco de pavo, ¿me entendés? Por eso te digo que me aguantes un poco, yo no tengo ninguna intención de cagarte, eso de más está decirlo. Vos sabés bien cómo son los norteamericanos. Y esta es otra de las formas que los tipos tienen para sacarle la guita a los tercermundistas. Especialmente a todos aquellos que se oponen al sistema. Por eso te digo, aguantame un cacho hasta que salga la sentencia. Aguantame un cacho, Horacio, que yo creo que todo se va a solucionar. 
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lunes, 18 de julio de 2011

La culpa es mía



Con el paso del tiempo me he convertido en un crítico permanente, algo que no llamaría demasiado la atención, ya que en Argentina tenemos ese don de opinar sobre cualquier tema. Pero con el fútbol pasa algo raro. O por lo menos tengo la sensación de estar en un momento histórico en el que se van a recordar jugadores, equipos, entrenadores, presidentes, periodistas, selecciones por hacer todo lo posible para hacer de nuestro deporte popular un lugar donde depositar decepciones e ilusiones inconclusas.
Una vez terminado el Mundial de Sudáfrica y la participación del Sub 20 en el Sudamericano me permití opinar acerca del escaso trabajo o por lo menos, de las pocas muestras de una estrategia con respecto a la formación de una Selección Nacional. Pero esto es historia pasada, no voy a aburrir con ese tema otra vez.
Mi pregunta es: ¿qué fuerza sobre natural con acentuada influencia sobre mi cerebro y con injerencia en la aceleración de mi proceso de sístole y diástole actuó nuevamente antes del comienzo de una competición de los muchachos de la Selección? Este interrogante, como no podría ser de otra manera, me lo respondí yo mismo, si no, no sería un digno argentino enfervorizado por el fútbol. Pero como pasa frecuentemente en las charlar y discusiones que giran en torno a la redonda, se creó una maraña de conjeturas y suposiciones, que me pasé horas tratando de dilucidar por qué me ilusionaba con un equipo en formación que me aburrió en cada amistoso previo a la Copa América.
Creo que me pasó algo similar a lo que los hinchas de River sienten en este receso, previo al inicio del Torneo de la B Nacional, lugar al que llegaron por méritos propios y que ahora asoma como el ansiado salto hacia la gloria perdida luego de años de dirigencia pobre y equipos desteñidos. La sensación de incredulidad y la necesidad de una alegría suprema se pelean en el borde de la línea de entrada a la cancha, pero una vez que el equipo entra quiero estar en la gambeta de Messi, en la juventud de Romero, en la paciencia de Zanetti, en el vértigo de Di María… Pero este intento de teletransportarme es sumamente riesgoso, porque después de algunos partidos puedo caer en un efecto inverso donde gambeteo sin otro destino que el de camisetas de otro color, donde mis manos se vuelven viejas de tantos pelotazos, donde mi paciencia se transforma en un arma inofensiva, y ya no puedo prometer vértigo porque mis ojos están tapados por la sombra de los rivales que me corren con la tranquilidad de no tener que alcanzarme porque saben que tropiezo con mis propios errores.
Y otra vez me veo reflejado en la pantalla de mi Phillips 29”, porque a decir verdad ni siquiera quiero gastar en un LCD, cansado de gritarle a quienes no me escuchan, enojado porque la jugada no termina como yo quiero o porque un comentarista gordo y tendencioso pide a los jugadores y al técnico cosas que él en su vida ha podido hacer, pero tampoco tengo la valentía de ver el partido sin volumen. Necesito sentir el aliento de la gente, el grito de los jugadores que piden la pelota, el golpe del botín contra la pelota…
Mi necesidad de triunfo no tiene límite de tiempo, parece. No pasa lo mismo con mi paciencia. Habrá que ver quién gana. Porque sería fácil colgar los botines y no esperar nada más. O echarle la culpa a que ellos son millonarios y yo no! Qué boludez tan grande! O acaso si yo pudiera no me compraría un BMW o un Audi como los que salieron del predio de Ezeiza después de quedar eliminados???
No muchachos, nada de toda esta charla que tuve conmigo mismo me termina de cerrar.
La culpa es mía.
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domingo, 17 de julio de 2011

Hablando de Dios...


A veces con los hijos, cuando son chicos, uno vive una sensación de incertidumbre constante de lo que puede venir…y hace lo que puede…

ABRIL: -Papa tenemos que hablar…
YO: -Decime hija.
A: -Dios, está en el cielo??
Y: -Eh…, si, está en el cielo.
A: -¿¿¿Y por qué no lo vemos???
Y: -Y.., porque está arriba del cielo, arriba de las nubes.
A: -¿Y es más grande que nosotros?
Y: -¿De edad? Si es más grande.
A: -No, si es grandote.
Y: -Eh.., si.
A: -Y como no se cae, no creo que las nubes lo puedan sostener. Las nubes son como humo.
Y: -Bueno a ver…, en realidad para ser sincero y preciso, ya que preguntas, Dios está en todos lados. Esta en donde vos lo necesites, él esta, o mejor dicho, no está digamos físicamente, sino espiritualmente, en todas las cosas. En una piedra, en un perro, en vos, en mi…
A: -¿En un sapo?
Y: -Si, supongo que también en los sapos.
A: -No me gustan los sapos. Las babosas tampoco, ¿está en las babosas?
Y: -Esta donde vos quieras o sientas que este, ya lo vas a entender de mas grande.
A: -Bueno, Dios está en todos lados y el diablo en la tierra, abajo.
Y: -Si.
A: -Y como se mueve el diablo, ¿cava debajo de la tierra?.
Y: -No dig…
A: -¡¿Eso es mucho trabajo, no?!
Y: -Si pero dig…
A: -¡¡Ya se!! Como el diablo es malo, Dios lo hace cavar y trabajar todo el día!!
Y: -No como le va a ser eso Dios hija, Dios es buenos con todos.
A: -¿Y entonces como se mueve el diablo?
Y: -Como Dios…, digamos…, el diablo es como un espíritu, un alma.
A: -¿Vuela?
FEDE (Hermano): -¡¿Guau vuela?!, ¡¡¿¿tiene poderes??!! ¡¡¿¿Como el Hombre araña??!!
Y: -No, no, esperen un poquito, no tienen poderes, bueno en realidad el diablo tiene el poder de hacer el mal, y Dios de hacer el bien.
A: -Entonces el diablo les dice a los ladrones que sean malos.
F: -Los ladrones roban plata, ¿no pa?
A: -¡¡No digas plata Fede!!, ¡¡¡que te van a escuchar los ladrones y nos van a robar!!!
F: -¡¡¡Basta Abril!!!, ¡¡No me grites que acá en el coche no hay nadie!!
Y: -Basta los dos, no se peleen.
A: -Una última preguntita…, alguna vez bajo Dios a la tierra?
Y: -Y.., se dice que nos acompaña, como te dije antes, que se presenta de diversas formas. Aunque ahora que lo pienso mejor, solo una vez esta comprobado, ayudo a alguien que se ve era muy querido por él.
A y F: -¡¿A quién?a quién?!
Y: -Al Diego, hace unos 25 años, le dio una mano, y por lo menos la historia de nosotros, los argentinos, cambio. Más grandes lo van a entender, seguramente... ¡Llegamos!, después la seguimos, hasta acá, ¿entendieron algo?
A: -Si, pa, …………bah, más o menos….. ¿quien es Diego?
Y: El mejor jugador de futbol de todos los tiempos, ni más, ni menos.
F: ¡Como Messi!
Y: Dejémoslo ahí mejor… otro día la seguimos…

Autor: elEdu
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miércoles, 13 de julio de 2011

Esa Mujer - Rodolfo Walsh


Rodolfo Walsh nació en Lamarque, en el sudeste de la isla de Choele-Choel, pcia de Río Negro, el 9 de enero de 1927. Tercer hijo de los cuatro que tuvieron el matrimonio de Miguel Walsh y Dora Gill. Criado en internados para pobres y huérfanos, primero en Capilla del Señor y luego el Moreno pcia. de Bs. As.

Escritor, periodista, dramaturgo, militante político y defensor de los derechos humanos.

Con su libro “Operación Masacre”, en el cruce de literatura y periodismo, creo un nuevo genero, el que la critica llamó “no ficción”. Por otro lado, sin proponérselo, dotó al peronismo de un gran texto en el que puede inscribirse toda la historia de la resistencia.

De regreso de un viaje por Cuba (donde fue el encargado de crear la agencia de noticias Prensa Latina), inicia una investigación que como tal resulta un fracaso, pero de la entrevista que mantiene con el Coronel jefe del servicio de informaciones Moore Koenig, secuestrador del cadáver de Eva Perón, da a lugar el cuento “Esa Mujer”. El titulo del cuento recoge el modo en que el coronel llama a Evita, pero también fue la denominación dada por sus enemigos (cuando no utilizaban otros apodos mas groseros). La omisión del nombre de Eva es algo más que un recurso literario, aunque está claro que esa era la manera más eficaz de ubicar a Eva en el centro de la narración.

Al cumplirse un año de la sangrienta dictadura de 1976, Walsh se encontraba en la clandestinidad y dio a conocer una carta abierta a la junta militar. El documento lo titulo “Carta de un escritor a la junta militar”, un instrumento de denuncia del plan neoliberal y de exterminio llevado a cabo por civiles y militares. Ese mismo día, el escritor asistió a una cita con un compañero militante, este detenido y torturado fue quien lo marcó. Walsh fue acribillado por el Grupo de Tareas 3.3.2. que operaba en la ESMA.

Fuente: “Rodolfo Walsh – La Palabra y la Acción” Eduardo Jozami

Esa mujer

El coronel elogia mi puntualidad:
­Es puntual como los alemanes ­dice.
­O como los ingleses.
El coronel tiene apellido alemán.
Es un hombre corpulento, canoso, de cara ancha, tostada.
­He leído sus cosas ­propone­. Lo felicito.
Mientras sirve dos grandes vasos de whisky, me va informando, casualmente, que tiene veinte años de servicios de informaciones, que ha estudiado filosofía y letras, que es un curioso del arte. No subraya nada, simplemente deja establecido el terreno en que podemos operar, una zona vagamente común.
Desde el gran ventanal del décimo piso se ve la ciudad en el atardecer, las luces pálidas del río. Desde aquí es fácil amar, siquiera momentáneamente, a Buenos Aires. Pero no es ninguna forma concebible de amor lo que nos ha reunido.
El coronel busca unos nombres, unos papeles que acaso yo tenga.
Yo busco una muerta, un lugar en el mapa. Aún no es una búsqueda, es apenas una fantasía: la clase de fantasía perversa que algunos sospechan que podría ocurrírseme.
Algún día (pienso en momentos de ira) iré a buscarla. Ella no significa nada para mí, y sin embargo iré tras el misterio de su muerte, detrás de sus restos que se pudren lentamente en algún remoto cementerio. Si la encuentro, frescas altas olas de cólera, miedo y frustrado amor se alzarán, poderosas vengativas olas, y por un momento ya no me sentiré solo, ya no me sentiré como una arrastrada, amarga, olvidada sombra.
El coronel sabe dónde está.
Se mueve con facilidad en el piso de muebles ampulosos, ornado de marfiles y de bronces, de platos de Meissen y Cantón. Sonrío ante el Jongkind falso, el Fígari dudoso. Pienso en la cara que pondría si le dijera quién fabrica los Jongkind, pero en cambio elogio su whisky.
El bebe con vigor, con salud, con entusiasmo, con alegría, con superioridad, con desprecio. Su cara cambia y cambia, mientras sus manos gordas hacen girar el vaso lentamente.
­Esos papeles ­dice.
Lo miro.
­Esa mujer, coronel.
Sonríe.
­Todo se encadena ­filosofa.
A un potiche de porcelana de Viena le falta una esquirla en la base. Una lámpara de cristal está rajada. El coronel, con los ojos brumosos y sonriendo, habla de la bomba.
­La pusieron en el palier. Creen que yo tengo la culpa. Si supieran lo que he hecho por ellos, esos roñosos.
­¿Mucho daño? ­pregunto. Me importa un carajo.
­Bastante. Mi hija. La he puesto en manos de un psiquiatra. Tiene doce años ­dice.
El coronel bebe, con ira, con tristeza, con miedo, con remordimiento.
Entra su mujer, con dos pocillos de café.
Contale vos, Negra.
Ella se va sin contestar; una mujer alta, orgullosa, con un rictus de neurosis. Su desdén queda flotando como una nubecita.
­La pobre quedó muy afectada ­explica el coronel­. Pero a usted no le importa esto.
­¡Cómo no me va a importar!... Oí decir que al capitán N y al mayor X también les ocurrió alguna desgracia después de aquello.
El coronel se ríe.
­La fantasía popular -dice-. Vea cómo trabaja. Pero en el fondo no inventan nada. No hacen más que repetir.
Enciende un Marlboro, deja el paquete a mi alcance sobre la mesa.
-Cuénteme cualquier chiste -dice.
Pienso. No se me ocurre.
­Cuénteme cualquier chiste político, el que quiera, y yo le demostraré que estaba inventado hace veinte años, cincuenta años, un siglo. Que se usó tras la derrota de Sedán, o a propósito de Hindenburg, de Dollfuss, de Badoglio.
-¿Y esto?
­La tumba de Tutankamón -dice el coronel-. Lord Carnavon. Basura.
El coronel se seca la transpiración con la mano gorda y velluda.
-Pero el mayor X tuvo un accidente, mató a su mujer.
­¿Qué más? ­dice, haciendo tintinear el hielo en el vaso.
-Le pegó un tiro una madrugada.
­La confundió con un ladrón ­sonríe el coronel . Esas cosas ocurren.
­Pero el capitán N. . .
­Tuvo un choque de automóvil, que lo tiene cualquiera, y más él, que no ve un caballo ensillado cuando se pone en pedo.
­¿Y usted, coronel?
­Lo mío es distinto ­dice­. Me la tienen jurada.
Se para, da una vuelta alrededor de la mesa.
­Creen que yo tengo la culpa. Esos roñosos no saben lo que yo hice por ellos. Pero algún día se va a escribir la historia. A lo mejor la va a escribir usted.
­Me gustaría.
­Y yo voy a quedar limpio, yo voy a quedar bien. No es que me importe quedar bien con esos roñosos, pero sí ante la historia, ¿comprende?
­Ojalá dependa de mí, coronel.
­Anduvieron rondando. Una noche, uno se animó. Dejó la bomba en el palier y salió corriendo.
Mete la mano en una vitrina, saca una figurita de porcelana policromada, una pastora con un cesto de flores.
-Mire.
A la pastora le falta un bracito.
­Derby -dice. Doscientos años.
La pastora se pierde entre sus dedos repentinamente tiernos. El coronel tiene una mueca de fierro en la cara nocturna, dolorida.
­¿Por qué creen que usted tiene la culpa?
­Porque yo la saqué de donde estaba, eso es cierto, y la llevé donde está ahora, eso también es cierto. Pero ellos no saben lo que querían hacer, esos roñosos no saben nada, y no saben que fui yo quien lo impidió.
El coronel bebe, con ardor, con orgullo, con fiereza, con elocuencia, con método.
-Porque yo he estudiado historia. Puedo ver las cosas con perspectiva histórica. Yo he leído a Hegel.
­¿Qué querían hacer?
­Fondearla en el río, tirarla de un avión, quemarla y arrojar los restos por el inodoro, diluirla en ácido. ¡Cuanta basura tiene que oír uno! Este país está cubierto de basura, uno no sabe de dónde sale tanta basura, pero estamos todos hasta el cogote.
­Todos, coronel. Porque en el fondo estamos de acuerdo, ¿no? Ha llegado la hora de destruir. Habría que romper todo.
-Y orinarle encima.
­Pero sin remordimientos, coronel. Enarbolando alegremente la bomba y la picana. ¡Salud! -digo levantando el vaso.
No contesta. Estamos sentados junto al ventanal. Las luces del puerto brillan azul mercurio. De a ratos se oyen las bocinas de los automóviles, arrastrándose lejanas como las voces de un sueño. El coronel es apenas la mancha gris de su cara sobre la mancha blanca de su camisa.
­Esa mujer ­le oigo murmurar­. Estaba desnuda en el ataúd y parecía una virgen. La piel se le había vuelto transparente. Se veían las metástasis del cáncer, como esos dibujitos que uno hace en una ventanilla mojada.
El coronel bebe. Es duro.
­Desnuda ­dice­. Éramos cuatro o cinco y no queríamos mirarnos. Estaba ese capitán de navío, y el gallego que la embalsamó, y no me acuerdo quién más. Y cuando la sacamos del ataúd -el coronel se pasa la mano por la frente­, cuando la sacamos, ese gallego asqueroso...
Oscurece por grados, como en un teatro. La cara del coronel es casi invisible. Sólo el whisky brilla en su vaso, como un fuego que se apaga despacio. Por la puerta abierta del departamento llegan remotos ruidos. La puerta del ascensor se ha cerrado en la planta baja, se ha abierto más cerca. El enorme edificio cuchichea, respira, gorgotea con sus cañerías, sus incineradores, sus cocinas, sus chicos, sus televisores, sus sirvientas, Y ahora el coronel se ha parado, empuña una metralleta que no le vi sacar de ninguna parte, y en puntas de pie camina hacia el palier, enciende la luz de golpe, mira el ascético, geométrico, irónico vacío del palier, del ascensor, de la escalera, donde no hay absolutamente nadie y regresa despacio, arrastrando la metralleta.
­Me pareció oír. Esos roñosos no me van a agarrar descuidado, como la vez pasada.
Se sienta, más cerca del ventanal ahora. La metralleta ha desaparecido y el coronel divaga nuevamente sobre aquella gran escena de su vida.
­...se le tiró encima, ese gallego asqueroso. Estaba enamorado del cadáver, la tocaba, le manoseaba los pezones. Le di una trompada, mire -el coronel se mira los nudillos­, que lo tiré contra la pared. Está todo podrido, no respetan ni a la muerte. ¿Le molesta la oscuridad?
­No.
­Mejor. Desde aquí puedo ver la calle. Y pensar. Pienso siempre. En la oscuridad se piensa mejor.
Vuelve a servirse un whisky.
­Pero esa mujer estaba desnuda -dice, argumenta contra un invisible contradictor-. Tuve que taparle el monte de Venus, le puse una mortaja y el cinturón franciscano.
Bruscamente se ríe.
­Tuve que pagar la mortaja de mi bolsillo. Mil cuatrocientos pesos. Eso le demuestra, ¿eh? Eso le demuestra.
Repite varias veces "Eso le demuestra", como un juguete mecánico, sin decir qué es lo que eso me demuestra.
-Tuve que buscar ayuda para cambiarla de ataúd. Llamé a unos obreros que había por ahí. Figúrese como se quedaron. Para ellos era una diosa, qué sé yo las cosas que les meten en la cabeza, pobre gente.
­¿Pobre gente?
­Sí, pobre gente.­El coronel lucha contra una escurridiza cólera interior­. Yo también soy argentino.
­Yo también, coronel, yo también. Somos todos argentinos.
­Ah, bueno ­dice.
­¿La vieron así?
­Sí, ya le dije que esa mujer estaba desnuda. Una diosa, y desnuda, y muerta. Con toda la muerte al aire, ¿sabe? Con todo, con todo...
La voz del coronel se pierde en una perspectiva surrealista, esa frasecita cada vez más rémova encuadrada en sus líneas de fuga, y el descenso de la voz manteniendo una divina proporción o qué. Yo también me sirvo un whisky.
­Para mí no es nada -dice el coronel­. Yo estoy acostumbrado a ver mujeres desnudas. Muchas en mi vida. Y hombres muertos. Muchos en Polonia, el 39. Yo era agregado militar, dése cuenta.
Quiero darme cuenta, sumo mujeres desnudas más hombres muertos, pero el resultado no me da, no me da, no me da... Con un solo movimiento muscular me pongo sobrio, como un perro que se sacude el agua.
­A mí no me podía sorprender. Pero ellos...
­¿Se impresionaron?
­Uno se desmayó. Lo desperté a bofetadas. Le dije: "Maricón, ¿ésto es lo que hacés cuando tenés que enterrar a tu reina? Acordate de San Pedro, que se durmió cuando lo mataban a Cristo." Después me agradeció.
Miró la calle. "Coca" dice el letrero, plata sobre rojo. "Cola" dice el letrero, plata sobre rojo. La pupila inmensa crece, círculo rojo tras concéntrico círculo rojo, invadiendo la noche, la ciudad, el mundo. "Beba".
­Beba ­dice el coronel.
Bebo.
­¿Me escucha?
-Lo escucho.
Le cortamos un dedo.
­¿Era necesario?
El coronel es de plata, ahora. Se mira la punta del índice, la demarca con la uña del pulgar y la alza.
­Tantito así. Para identificarla.
-¿No sabían quién era?
Se ríe. La mano se vuelve roja. "Beba".
­Sabíamos, sí. Las cosas tienen que ser legales. Era un acto histórico, ¿comprende?
­Comprendo.
-La impresión digital no agarra si el dedo está muerto. Hay que hidratarlo. Más tarde se lo pegamos.
­¿Y?
­Era ella. Esa mujer era ella.
­¿Muy cambiada?
­No, no, usted no me entiende. lgualita. Parecía que iba a hablar, que iba a... Lo del dedo es para que todo fuera legal. El profesor R. controló todo, hasta le sacó radiografías.
­¿El profesor R.?
-Sí. Eso no lo podía hacer cualquiera. Hacía falta alguien con autoridad científica, moral.
En algún lugar de la casa suena, remota, entrecortada, una campanilla. No veo entrar a la mujer del coronel, pero de pronto esta ahí, su voz amarga, inconquistable.
­¿Enciendo?
­No.
­Teléfono.
­Deciles que no estoy.
Desaparece.
­Es para putearme ­explica el coronel-. Me llaman a cualquier hora. A las tres de la madrugada, a las cinco.
-Ganas de joder ­digo alegremente.
­Cambié tres veces el número del teléfono. Pero siempre lo averiguan.
­¿Qué le dicen?
­Que a mi hija le agarre la polio. Que me van a cortar los huevos. Basura.
Oigo el hielo en el vaso, como un cencerro lejano.
­Hice una ceremonia, los arengué. Yo respeto las ideas, les dije. Esa mujer hizo mucho por ustedes. Yo la voy a enterrar como cristiana. Pero tienen que ayudarme.
El coronel está de pie y bebe con coraje, con exasperación, con grandes y altas ideas que refluyen sobre él como grandes y altas olas contra un peñasco y lo dejan intocado y seco, recortado y negro, rojo y plata.
­La sacamos en un furgón, la tuve en Viamonte, después en 25 de Mayo, siempre cuidándola, protegiéndola, escondiéndola. Me la querían quitar, hacer algo con ella. La tapé con una lona, estaba en mi despacho, sobre un armario, muy alto. Cuando me preguntaban qué era, les decía que era el transmisor de Córdoba, la Voz de la Libertad.
Ya no sé dónde está el coronel. El reflejo plateado lo busca, la pupila roja. Tal vez ha salido. Tal vez ambula entre los muebles. El edificio huele vagamente a sopa en la cocina, colonia en el baño, pañales en la cuna, remedios, cigarrillos, vida, muerte.
-Llueve -dice su voz extraña.
Miro el cielo: el perro Sirio, el cazador Orión.
­Llueve día por medio ­dice el coronel-. Día por medio llueve en un jardín donde todo se pudre, las rosas, el pino, el cinturón franciscano.
Dónde, pienso, dónde.
­¡Está parada! -grita el coronel­. ¡La enterré parada, como Facundo, porque era un macho!
Entonces lo veo, en la otra punta de la mesa. Y por un momento, cuando el resplandor cárdeno lo baña, creo que llora, que gruesas lágrimas le resbalan por la cara.
­No me haga caso -dice, se sienta­. Estoy borracho.
Y largamente llueve en su memoria.
Me paro, le toco el hombro.
­¿Eh? -dice­ ¿Eh? -dice.
Y me mira con desconfianza, como un ebrio que se despierta en un tren desconocido.
-¿La sacaron del país?
-Sí.
­¿La sacó usted?
­Sí.
-¿Cuántas personas saben?
­DOS.
­¿El Viejo sabe?
Se ríe.
-Cree que sabe.
­¿Dónde?
No contesta.
­Hay que escribirlo, publicarlo.
­Sí. Algún día.
Parece cansado, remoto.
­¡Ahora! ­me exaspero­. ¿No le preocupa la historia? ¡Yo escribo la historia, y usted queda bien, bien para siempre, coronel!
La lengua se le pega al paladar, a los dientes.
-Cuando llegue el momento... usted será el primero...
­No, ya mismo. Piense. Paris Match. Life. Cinco mil dólares. Diez mil. Lo que quiera.
Se ríe.
­¿Dónde, coronel, dónde?
Se para despacio, no me conoce. Tal vez va a preguntarme quién soy, qué hago ahí.
Y mientras salgo derrotado, pensando que tendré que volver, o que no volveré nunca. Mientras mi dedo índice inicia ya ese infatigable itinerario por los mapas, uniendo isoyetas, probabilidades, complicidades. Mientras sé que ya no me interesa, y que justamente no moveré un dedo, ni siquiera en un mapa, la voz del coronel me alcanza como una revelación.
­Es mía -dice simplemente­. Esa mujer es mía.
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sábado, 2 de julio de 2011

20 equipos.... + ¡¡¡1 !!!

Sin ofender a la gente de River, porque la respeto y no me burlaría de algo que yo ya viví y me causo tristeza......el descenso.
Pero veo de repente en la página de Ole algo que no me parece justo y denota falta de idea de un numeroso grupo de periodistas y diseñadores web. Falta de "bolas", en resumen, o miedo a perder visitantes para la pagina.....o simplemente “boludismo” al nivel de lo mas “mamarrachero”....
La cuestión es la siguiente: para los que todavía no se imaginan de lo que voy a comentar, todos conocemos la página de Ole, entramos para ver las noticias más relevantes del deporte nacional e internacional. Dicha página actualiza cualquier verdura que se le ocurre que puede vender tiempo de visita de los individuos navegadores, y la plasma con una foto grande en lo superior de la ventana de navegación. Uno al entrar, accede a la visual del logo grande del diario en la esquina superior izquierda, en el centro del monitor lo principal de la pagina muestra una nota grande, y al costado dos pequeñas. Después.... ahí viene el kit de la cuestión, hay como un “cordón en negro”, de punta a punta a lo ancho de la página, donde ahí a lo largo, SIEMPRE se situaron los escudos de acceso a las noticias más relevantes de los equipos que conforman la PRIMERA DIVISIÓN de la AFA. Lugar totalmente exclusivo...en el cual yo ansiaba en algún momento poder ver mi glorioso y minusculo escudito verdolaga.....y de donde en este campeonato fueron agregados San Martin de SJ, Belgrano de CBA., A. Rafaela y Union de S.F.; y borrados ya los de Huracan, Gimnasia LP y Quilmes.....si, leyeron bien solo esos tres borrados....
Esta gente muy bien paga, dejo en una esquinita, el logo de “Don River Plate”, cosa que me parece totalmente injusta, por el resto de equipos descendidos, por los recién ascendidos, y por todo el público de diferentes equipos que visitan esta página para ver noticias de su cuadro, o algún otro deporte o acontecimientos.....
Es vergonzoso que quede diagramada así....al final es una pagina donde el negocio supera la imparcialidad, en donde se han cansado de machacar acerca de su imparcialidad y denostar la parcialidad de referis, dirigentes y jugadores. Denota 0% de seriedad.
No me parece mal que River tenga un espacio privilegiado en la pagina, siempre Olé otorgó diariamente solo noticias de los club de primera (los demás solo de forma asilada), pero de los de primera, siempre, aunque sea un recuadro con la foto del jardinero regando la cancha.....
Y si quieren que River tenga un espacio, me parece perfecto, porque se sabe que su publico es mayor al de otros equipos, y es mas cantidad de visitantes para la pagina....pero que me de cuenta YO, un simple papa frita que sabe poco de todo y mucho de nada.....me da tristeza!!! Y bronca!!!
Lo mas simple, escudo de River y Boca, los dos juntos en el extremo derecho de la pagina, en espejo al del logo del diario, para que la mayoría acceda tranquilo a la info de los clubs donde mayormente mandan móviles....y después la barra con todo el resto de los equipos de primera.....
River se fue a la B, muchachos de Ole, en primera A no hay 21 equipos….

Autor: Nico D.
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