La formación inicial se compone de Edu D. (elEdu), Hugo P. (Grafo), Hernan G. (PIC), Carli C. (Calito), con la participación especial de
Jorge V. (El Alquimista) y Raúl D. (RD), pero esperamos seamos mas. En este partido como en los partidos de la vida hay alegrias, tristezas, polemicas, amores, desamores, cambios y transformaciones, seria un placer que participes de ellos junto a nosotros..

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lunes, 21 de marzo de 2011

“UN ABRAZO A LOS MUCHACHOS…”

Ya van casi 10 horas y todavía no lo habían interrogado, lo tenían en una piecita, con una bombita de luz mortecina y no le habían dado ni un vaso de agua. Cada tanto se habría una mirilla y una voz lo verdugueaba durante algunos minutos. Siempre le decían lo mismo “¿y “Loco”, a que hora viene el General? Mira que si no te vas a quedar a vivir acá. ¿Porqué no cantás ahora la marchita a ver como te sale?”
A cada rato le hacían el mismo jueguito, pero él no les daba bola que lo verdugueen todo lo que quieran, seguro que deben ser cuervos y gorilas, pensaba.
Además tanto quilombo por un simple saludo. Si el no fue a verlo para arreglar nada. Simplemente se enteró que el General estaba en Panamá y se le ocurrió ir a visitarlo, ver como estaba, porque después que se fue de Buenos Aires, en la Cañonera Paraguaya, no se sabía nada de él, hasta decían que lo habían matado al salir del Paraguay.
Además, como no iba a ir con todo lo que el y su familia querían al General. Era 23 de Diciembre. Al otro día a la mañana la Delegación de Huracán salía para Buenos Aires. Habló con los dirigentes y les dijo que no se preocupen, que el se las arreglaba para volver a Buenos Aires. Los 100 dólares de viáticos que le quedaban, se los gastó en el viaje hasta la ciudad de Colón, que quedaba en la otra costa de Panamá. Después de mucho preguntar, finalmente llegó a la casa donde estaba el General. Era un humilde chalecito, rodeado de custodia. Lo tuvieron en la puerta un rato largo, hasta que finalmente salió un hombre bajo, morocho y corpulento. “Usted es Montaño?, le preguntó, venga por acá”. Lo hizo pasar a una pequeña sala y entonces apareció el General: “¡Elio, como le va, que alegría verlo, dos potencias se saludan!”, le dijo mientras le daba un largo abrazo que lo hizo conmover. Lo invitó a sentarse y enseguida empezó a preguntarle cosas de la Argentina: Cómo estaba el pueblo, que había pasado con Lonardi, cómo andaban Huracán y la Selección.
El Loco no podía creer que el General se interesara por el, por su carrera: “Usted tendría que ser el 9 titular de la Selección, Elio usted es más que “Poncho negro” Cejas”, ¡sabía todo, hacía tres meses que estaba fuera del país, y estaba al tanto de todo…!
Esa noche comieron el General, el morocho que le abrió la puerta y un tal Américo Barrios. Solo los cuatro. Nadie más. Después de la cena, el morocho se le acercó y le dijo: “No sabe Montaño lo bien que le hizo al General su visita. En realidad, estaba muy triste. Imagínese, mañana es Navidad y nosotros acá, lejos de la Patria, rodeados de espías yanquis que no nos dejan salir ni a la puerta. Usted lo hizo reír como hacía mucho que no lo hacía.”
Al otro día, bien temprano, el General andaba caminando por los jardines. “El Loco” también se despertó temprano y fue a saludarlo, pensando en que tenía que volver a Buenos Aires con su familia. Y entonces el General, con esa sonrisa que tanto recordaba le dijo: “Elio, porque no se queda a pasar la Navidad con nosotros, hoy va a ser difícil que consiga vuelo, quédese”. ¡Cómo le iba a decir que no; era el General!
Y se quedó. Fue una noche inolvidable. Llena de recuerdos y nostalgia. Brindaron por el pueblo, por la Patria, por la familia de cada uno. Después el General se quedó un largo rato contándole sobre el libro que había escrito en esos meses: “La fuerza es el derecho de las bestias”.
Al otro día, mientras preparaba el bolso para la vuelta, el General se acercó a la pieza y le dio un sobre con los pasajes y el dinero para el viaje, volvió a abrazarlo y le dijo: “Elio, mándele un abrazo a los muchachos, cuídese, y no se olvide que algún día vamos a vernos de nuevo, algún día seguro yo voy a volver…”
En esos pensamientos estaba cuando se abrió la puerta del calabozo. Entró un milico de bigote finito y peinado a la gomina, debía ser algún jefe porque atrás de él entraron dos más que se pararon firmes contra la pared como esperando alguna orden.
El loco se levantó como para saludarlo y el milico lo paró en seco: “Siéntese que acá no estamos de joda” “El Loco” se sentó y lo miró con aire extrañado. Pensaba: “Estos tipos están calientes de verdad, ¿quien se creen que soy yo?”
El milico lo miró serio un rato y finalmente le dijo: “¿y Montaño, porqué no me entrega lo que le dió el tirano prófugo, y terminamos rápido con esta milonga?. Y no diga que no le dió nada, porque sabemos que estuvo como tres días en Panamá recibiendo instrucciones, así que cuanto más rápido cante, mejor para Ud.”
El loco entendió que la cosa iba en serio, quien sabe la historia que se habían hecho estos tipos, pero sabía que sea lo que sea, para los milicos era importante. “Escúcheme jefe, respondió el Loco, lo que me dio, para ustedes no vale nada, para mi sí, pero a Uds. seguro no les importa”.
“Mire Montaño, Ud. no entiende nada, (le dijo el milico, cada vez más caliente), si no canta, va a ir a parar a Ushuaia, junto con los otros cómplices del tirano. Así que tiene una hora para reflexionar sino ya sabe lo que le espera”, dijo pegando un golpe a la mesita donde “el Loco” tenía apoyado los codos. El milico junto a los otros dos, salió dando un portazo.
El loco Montaño se quedó solo moviendo la cabeza de un lado a otro, pensando en que decirles cuando vuelvan dentro de una hora: “si yo les doy lo que me dio el General, este tipo me pega un tiro. Están muy locos. Bah, ya veremos”.
Se sentó y comenzó a sonreírse. Pensaba en el encuentro con el General y una sensación de felicidad lo embargaba: “cuando les cuente a mis viejos, cuando les diga que pasé la Navidad con él no lo van a poder creer. Ya la veo a mi viejita llorando y preguntándome como está el General, si está flaco, si anda bien de salud, si tiene alguien que lo cuide. Después de la muerte de Evita, a mi vieja siempre le preocupó quien iba a cuidarlo, quien lo iba a esperar cuando volviera de la Rosada. Cosas de mujeres. No le importaba nada mas”.
Mientras mira la puerta por la que salieron los milicos, recuerda el día que conoció al General. En ese entonces tenía 16 años recién cumplidos. Era un pibe más de aquella Casilda del sur de Santa Fe. Un pibe más corriendo en los potreros polvorientos, soñando con ser crack, con jugar algún día con la celeste y blanca. Ya en ese entonces tenía la costumbre de relatar los partidos mientras jugaba: “la lleva Montaño, elude a uno, elude a dos, gambetea al arquero y GOL!!!, GOL DE MONTAÑO!!! GOLAZO DE ELVIO MONTAÑO!!!” y así siempre que jugaban, por eso y otras locuras que fue haciendo a lo largo de su vida todos lo conocían como “El Loco” Montaño.
La vida en Casilda transcurría tranquila, bien de pueblo del interior, pero ese 16 de enero del 46 era un día especial, la gente del pueblo estaba conmocionada por las próximas elecciones del 24 de febrero, y ese día llegaba en campaña el Coronel Perón. En los días previos los boliches ardían en discusiones. Ya se perfilaba en ese entonces los bandos que se enfrentarían en las elecciones. Por un lado, los dueños de los campos, los oligarcas del pueblo que desconfiaban de ese Coronel que dos años antes había sancionado el “Estatuto del Peón de Campo”. Y del otro, los peones de pata al suelo. En ese ambiente, el loco Montaño, hijo de trabajadores, integrante de una familia numerosa, no podía ser otra cosa que Peronista. Pero si faltaba algo para decidirlo, ese día a la tarde, cuando la sonrisa del Coronel y sus brazos en alto entraban subidos a un camión por la calle principal del pueblo, el loco se transformó. Cuando pasó frente a él, pegó un salto y se subió, abrazó al Coronel y antes de bajarse una muchacha rubia que iba al lado lo paró y con una sonrisa de ángel, le alcanzó una pelota de fútbol y le dijo: “para vos y tus amigos, de parte del Coronel, para que no le tengan que pedir a los hijos del patrón”. El “Loco” le agradeció con una sonrisa de oreja a oreja, saltó del camión y fue a buscar a sus amigos, a mostrarles el regalo que le habían dado Perón y la muchacha rubia que después se enteró que se llamaba Evita.
El taconeo de los milicos lo trajeron de vuelta al presente. Se abrió la puerta y esta vez entró otro milico más viejo, vestido de otra forma, con cara de laucha, chiquito, con anteojos negros y un gesto de asesino que esta vez le hizo temblar las patas. Se le paró delante y con absoluta frialdad le dijo: “Montaño, le queda media hora, o canta lo que le dio el tirano prófugo o usted va a ser el primer fusilado del Régimen Corrupto. Acuérdese que si fuimos capaces de bombardear Plaza de Mayo, poco nos va a costar despachar a un simple jugador de fútbol”.
El loco no podía creer lo que escuchaba. ¡Esa rata disfrazada le había dicho “simple jugador de fútbol” a el, nada menos que al loco Montaño, el 9 de la Selección Argentina! En ese momento se le pasó el susto y estuvo a punto de levantarse y pegarle un cabezazo a ese gorila con cara de Hormiga Negra. Si no fuera que entró otro milico diciendo: “Almirante, lo espera el Presidente”, seguro le hubiese acomodado una piña.
Otra vez se quedó solo. A esa altura ya estaba fastidioso, empezó a bullirle la sangre de bronca e impotencia “que hijos de puta pensaba, tenía razón el General que le dijo cuando se despidieron: “Cuídese Montaño, cuando llegue a la Argentina, los gorilas lo van a estar esperando. Ahora que lo echaron a Lonardi, seguro va a agarrar la manija el Almirante Rojas, ese tipo es un asesino, tenga cuidado, el pueblo va a sufrir mucho con ese salvaje”. Ahí cayó en la cuenta, "Claro, este payaso con cara de rata seguro es Rojas, tenía razón el General, están enfermos de odio”.
La calentura por esos tipos que lo prepoteaban, se iba haciendo cada vez más grande. Encima se acordó de los viejos en la madrugada del 16 de setiembre; ¡como lloraba la viejita! No tenía consuelo, se abrazó al viejo y él los vio cuando se arrodillaron frente a la imagen de la Virgen del Valle y la foto de Evita, para pedir que no le pase nada al General. Verlos de esa manera le rompió el corazón y entendió cuánto lo querían.
Y ahora estos tipos creían que iban a poder verduguearlo así nomás. Entonces se decidió, “Cuando vuelvan de nuevo les voy a dar lo que me dio el General y que sea lo que Dios quiera. Lo lamento por mi viejita que a esta altura debe estar desesperada mirando por la ventana a ver si llego, encima los muchachos hace casi una semana que volvieron de la gira y ella no sabe que yo me quedé para ver al General. Espero que estos turros, después que me liquiden no se la agarren con mi familia. Estos son capaces de todo”.
El tiempo pasaba y el loco estaba cada vez más decidido. Finalmente se abrió la puerta y volvió el que lo había interrogado primero junto con tres tipos más.
Apenas entró, “El Loco" se le paró firme delante, el milico lo miró furioso: “y Montaño, se acabó el tiempo, va a entregar lo que le dio el tirano o se va a seguir haciendo el héroe” “El Loco” lo miró tranquilo y entonces, se puso cara a cara y le dijo: “le voy a dar lo que me dio el General. Usted y ninguno de los que voltearon a Perón se lo merece, pero se lo voy a dar igual”. Entonces, ante el asombro de los otros que miraban, abrazó fuerte al milico y sin soltarlo le dijo: “esto me dio el General, un Abrazo Peronista, un abrazo de compañero, que para mi será inolvidable toda la vida”. Se separó del milico que lo miraba azorado sin saber que hacer y finalmente le dijo: “Ahora hagan lo que quieran conmigo, pero háganlo rápido que ya me quiero ir de acá”.
El milico se dio vuelta, y salió pegándole una patada a la silla que la tiró contra la pared. “El Loco” se levantó lentamente, se sentó, estiró las piernas, se puso las manos detrás de la nuca y mirando el cielorraso, empezó a reírse sin parar. Pensaba en la cara del milico recibiendo el abrazo del General y no podía parar de reírse. “¡Que susto que se pegó ese milico, creyó que lo iba a amasijar!, al final son pura espuma, son guapos con los que no se pueden defender. Tenía razón el General, no valen ni siquiera una puteada. Y bueno, ahora hay que aguantar lo que venga…”
Una hora después se abrió la puerta y dos soldaditos con cara de susto le dijeron: “Señor Montaño, se puede ir, pero dijo el Almirante que mejor que no vuelva a intentar ver a Perón, porque la próxima lo fusila”.
El Loco agarró el bolso y lentamente salió a la calle. Recién estaba amaneciendo, cruzó Balcarce hasta la Plaza de Mayo, la miró con nostalgia. ¡Cuantas veces después que vino a Buenos Aires cuando lo compró Boca, había venido hasta la Plaza a escuchar al General! ¡Que distinta era aquella Plaza llena de alegría a esta otra, triste y sombría! Miró el balcón desde donde tantas veces habló el General y lo invadió una profunda tristeza. Pegó la vuelta y encaró por el centro de la Plaza para el lado del Cabildo.
Y entonces sintió la necesidad de desahogarse, de descargar la bronca contenida, y ahí le salió “El Loco” que llevaba adentro y dándose vuelta mirando a la Rosada, gritó sin importarle lo que pasara: “¡Ya van a ver, gorilas, ya van a ver, el General va a volver y yo voy a estar esperándolo para devolverle el abrazo que me dio en Panamá, ya van a ver, se los juro, como que me llamo Elio Rubén Montaño…!”

Elio Rubén Montaño fue un nueve habilidoso y goleador. Jugó en Newells hasta 1949 cuando fue transferido a Boca. En el 54 lo compró Huracán y al año siguiente jugó en la Selección en los Panamericanos de México. En diciembre del55, Huracán estaba de gira por Centroamérica. Al llegar a Panamá, “El Loco” Montaño se enteró que el General Perón estaba exiliado en ese país y decidió ir a pasar la Navidad con él. Cuando volvió a la Argentina, lo tuvieron más de 12 horas detenido en la Casa Rosada, interrogado por la SIDE, le pedían lo que le había dado Perón. “El Loco”, que era un tipo divertido e ingenuo, atinó a decirles que solo le había dado un abrazo. Tuvieron que soltarlo porque realmente no tenía nada que ver. Más adelante pasó a jugar a Peñarol reemplazando a Pepe Schiafino. En Uruguay cumplió su ciclo más brillante saliendo campeón con Peñarol y goleador. Lo que más se recuerda cuando lo compraron era el título de los diarios uruguayos:"Peñarol trae a un delantero Peronista…” Ése era “El Loco” Elio Rubén Montaño.

Fuente: Tribuna Justicialista.blogspot Artículo: “Montaño, el fútbol y Perón”

8 comentarios:

  1. EL ALQUIMISTA J.V.21 de marzo de 2011, 5:50

    Muy buena reconstrucción (contada o novelada de maravillas) de un hecho histórico que une la política el fútbol.
    Cosas del relato que me hacen reflexionar:
    - La confirmación de que cuando los gorilas vuelven (en este caso por un golpe militar,pero también cuanto hubo una elección de por medio) quieren venganza. Este hecho, aparentemente sin transcendencia, pudo haber derivado tranquilamente en un fusilamiento un tiempo despues, cuando efectivamente se produjeron.
    - La valentía del Loco Montagno que se banco a pie firme el interrogatorio y las intimidaciones de los milicos.
    - La insólita gira de Huracán, que en aquellos días se ve que tenía un equipo conocido. ¿Quién daría dos mangos hoy para llevar de gira a Huracán?. Con todo respeto

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  2. Sin dudas, este tipo de relato ponen de manifiesto que las pasiones atraviesan nuestra historia, y que hubo, hay y habrá (espero) personas dispuestas a todo por respetar lo que dicta el corazón.
    Muy bueno el relato. Una vez más ... el fútbol...

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  3. Me encantó, RD. Como siempre los relatos novelados y las caracterizaciones de los personajes, como asì, las frases elegidas son impecables. A publicar los cuentos escritos en mano Inquieta o armar algùn tipo de publicación, ya que sería un buen aporte para la literatura futbolera que cada vez es mayor.

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  4. Futbol y Peronismo, 2 pasiones que merecen un abrazo eterno. Cuando las pasiones populares se juntan, el pueblo siempre es un poquito mas feliz. Vaya mi reivindicación (nuevamente) al Futbol para Todos.
    Un dato, en el periodo en que jugo en Huracán la hinchada se dividio en sectores clasistas respecto de Montaño; la popular, si el goleador había tenido una buena tarde lo despedía con el clásico “¡Perón, Perón... !”. La platea, si el delantero había andado mal y desperdiciado algunas ocasiones, lo abucheaba al grito de “Muerto, andá a chuparle las medias a Perón, muerto...”. Todo un testimonio de nuestra historia pasada/presente/futura....

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  5. Genial R.D!!! Me quedé pensando porque no existe ni un solo loco Montaño por esta época, porque el Movimiento Nacional Justicialista vaya que existe y yo diría que como nunca desde aquellos tiempos representa el espíritu de justicia social que al Loco y otros tantos les tendió una gran mano. Seria súper gratificante ver a Palermo en la plaza de mayo un 24 de marzo (en vez de ser el principal deportista homenajeado por Macri), o que Futbolistas Argentinos Agremiados haga publico y bien notorio el agradecimiento por el Futbol para Todos. De todas formas me mantengo optimista al respecto y me permito disentir con Edu, a Montaño hoy lo ovacionaría la mayoría y estarían mas mezcladas la tribuna con la popular. También tengo la esperanza enorme que los cambios en ese sentido que hoy percibimos, darán sus frutos y en unos años tendremos jugadores mas parecidos al Loco Montaño. Abrazo grande de un viejo (aunque parezca nuevo) peronista! (… es que no lo sabia)

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  6. Execelente la historia.. personlmente me siento mal por no tener noción de la existencia de E. Montaño y esta historia tan singular. Sin lugar a dudas este espacio debería ser de consulta obligada por mi y hasta en los colegios.-
    Salud Loco!

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  7. ¿Cómo o existe ni un Loco Montaño por esta época? Hasta donde yo se, Montaño aún está vivo, y vive cerca de la sede de Huracán. Pero lean sus historias... estaba loco loco!

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  8. Su artículo es largo
    Usted debe haber pasado mucho tiempo para escribir
    jajaja ~~~
    Porque yo también tomó mucho tiempo para leerlo
    Y entenderlo

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